sábado, 26 de noviembre de 2011

símiles

Sentado al lado de una mezquita, una de aquellas que algun Sultan enamorado construyese, una de aquella encaramadas en alguna colina, disfrutando de la vista del Bosforo a boca de jarron.
Me hace acordar a aquellos dibujitos representativos de Acuario ¿se recuerdan? esa bella dama volcando el agua  de estrellas desde su jarron hacia un firmamento sin limites. Aqui la bella dama, bellisima aun, es Estambul. El jarron, el Mar Negro. El agua vertiente, el Bosforo; el firmamento, el  Mar del Marmara y las estrellas, estos 9, 10, 14, 18, 22 botecitos que se apuran de un lado al otro. Transporte publico algunas veces. Hoy, para mi y desde aqui, son estrellas. Talvez hasta planetas. Como ese aquel, ese rojo, gordo, gigantesco. Moviendose si apenas por el agua. Parsimonioso. Me le quedo mirando, esperando a ver si me dice algo pero no lo puedo entender. No se si no responde pues su lentitud al moverse no es mas q la altanería de hacerse sentir presente o su falta de respuesta es por la vergüenza que le causa la impotencia de no poder moverse mas rápido. Los otros botecitos, todos pequeñitos, se le cruzan por delante, impertinentes talvez pero decididos y avezados de hecho. De cuando en cuando aquel grandote les suelta un ronquido. La bocina de un buque es tambien parte de la fantasia que se vive desde aqui arriba. Primero una, luego otra y hasta una tercera. Las bocinas en perfecto orden, en decale. Como cantando...
Y mas lueguito, al ratito, un grupo se auna al canto. Las torres minarets, aquellas omnipresentes en Estambul, resguardando las cupulas de las mezquitas, empiezan tambien su canto. O talvez, mas que canto, cuento. El cuento del cambio de ritmo, el cambio del dia que pasa a ser noche; el cuento de la calma contenida, esa calma que se despierta al ver las luces de la ciudad formar su version local de la Via Lactea....